La
formación del ojo se puede observar por primera vez en el inicio de la cuarta
semana de desarrollo, cuando los surcos ópticos aparecen en los pliegues
neurales en el extremo craneal del embrión. Conforme los pliegues neurales se
fusionan para formal la parte rostral del encéfalo, los surcos ópticos se
evaginan para constituir las vesículas ópticas huecas a los lados del cerebro,
hacia la mesénquima adyacente del cerebro en desarrollo. Las vesículas ópticas
entran en contacto con el ectodermo de superficie y su superficie se engruesa
formando las placodas cristalinianas.
En
las placodas aparece un surco denominado fóvea del cristalino y
este empieza a invaginarse para formar las vesículas cristalinianas esféricas
que prontamente se separaran del ectodermo de superficie y quedaran situadas
entre la capa interna de la copa óptica y el ectodermo de superficie.
Los núcleos de las células cilíndricas altas que componen la pared posterior de la vesícula cristaliniana se disuelven y estas células se empiezan a alargar y a originar a las células epiteliales transparentes, que serán las fibras primarias del cristalino.
Conforme crecen, estas fibras van obliterando la cavidad de la vesícula cristaliniana, para darle su forma biconvexa característica del cristalino. En la zona ecuatorial, la cual es la zona intermedia entre los polos anteriores y posteriores del cristalino, hay unas células cúbicas, que se alargan, pierden sus núcleos y se convierten en las fibras secundarias del cristalino.
La formación de fibras secundarias del cristalino es constante, pero las fibras primarias han de durar toda la vida. El cristalino en desarrollo es irrigado por la parte distal de la arteria hialoidea, pero durante el periodo fetal desaparece, dependiendo únicamente del humor acuoso para su sostén.
Moore KL, Persaud TV, Torchia MG. Embriología clínica: el desarrollo del ser humano. 9º ed. Philadelphia: ELSEVIER; 2013.